viernes, 27 de noviembre de 2009

Paisaje de avenida, a mediodía, con escritor y perrocalentero a la sombra de un jabillo.

(Escenas de Ciudad)

"Todo es inútil
cuando no sabemos
qué uso darle."
E. Lautor
("Haikus profanos")



Alguien pasa y me pregunta que si el metro queda cerca.
Otro alguien, en un carro que se detiene, busca el hotel Atlántico.
¿Qué puedo yo saber de hoteles, parado en esta acera,
a la sombra de un jabillo?
Bajo el otro jabillo, un poco más frondoso, está el perrocalentero.
Hasta hace unos minutos, no había nadie a su alrededor.
Ahora, -se nota que ya el reloj gritó las doce- parece un enjambre.
La gente pasa, se detiene, se arremolina.
Todos con igual hambre e igual prisa.
Todos con apuro por regresar, quizás, a la oficina.
"Uno con todo"
"El mío sin cebolla"
"No seas pichirre, italiano, ponle más papitas"
El italiano asiente.
El sol está inclemente.
La sombra del jabillo se me ha vuelto insuficiente.
Con gusto me movería, pero no hay otro sitio donde estacionar
y no me puedo alejar demasiado del carro,
no sea que venga una grúa y se lo lleve...
O un ladrón, que, entre ambos males, sería el peor.
A veces es preferible aguantar un poco al sol.
Se calienta la cabeza pero se gana en tranquilidad.
Para matar el tiempo y olvidarme un poco del agobiante calor,
saco el celular y escribo este retrato de lo que pasa a mi alrededor.
La gente delante del perrocalentero ya se disipó
como si humo fuera ante un ventilador.
Ya mi mujer aparece por la puerta del edificio
donde tiene el consultorio su odontólogo.
La espera termina. Ya me voy.

Epílogo.
Una persona conocida,
que leyó lo que antecede al poco de haberlo escrito,
me recrimina por "esa ignorada frivolidad"
que me dictó "un texto tan vacío de significado".
Me encojo de hombros.
Prefiero no contestar.
¿no puede uno, de vez en cuando, simplemente
dejarse llevar por el soplar del viento
como velero sin timón en altamar?
¿dejarse mecer al ritmo de las olas
sin mayor preocupación?
¿a quién le importa?
Releo el texto... ¡es cierto!
-¿a quién le importa?-
apartando las palabras, no encuentro más contenido.
Pienso, sin embargo, muy para mis adentros,
que nada existe en el universo sin razones ni motivo
y que sólo es inútil aquello que no sabemos para qué sirve.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ahí estás

Por más que el tiempo quiso darte
otra cara y otro cuerpo
Por más que la vida quiso moldear tus emociones
y, un poco también, endurecer tus sentimientos
A pesar de carencias y de ausencias
A pesar de las lluvias y los vientos
Con el morral a tu espalda
lleno de angustias y miedos,
sigues siendo aquella niña que, a los dieciseis,
temerosa vivía de cumplir un año más.

Yo te encuentro en un intento de sonrisa.
Escondida tras las nubes de esos ojos
que se esfuerzan por no llorar.
Te encuentro en lo cotidiano.
En la forma que has dado a tu vida
a pesar de tanto golpe y decepción.
Y más allá te encuentro.
Aún más allá de ti misma.
En el sol, en la luna,
en mis propias alegrías.
En las horas, una a una,
que van llenando mis días.
Y más allá te encuentro.
Donde siempre has estado para todos.
Donde siempre has estado para mi.

En ti se quedó la luz que una tarde
te dibujó para mi de espaldas a la ventana.
En mi se durmió tu primer beso
y despertó tu caricia más temprana...
Y estabas entre mis brazos cuando el jazmín floreció
impregnando con su aroma la noche entera
y todas las noches que después vinieron.
Aquella noche, el silencio, entre susurros de piel,
nota a nota escribió nuestra tonada:
un canto de luna en celo que no supimos cantar
y a cuyo hechizo opusimos la más firme de las razones:
elegimos el camino que nos dictó la conciencia!


Desde la distancia, en el tiempo y en el espacio,
después de haber conocido la unidad
y, al fin, nadando en el mismo río
donde las almas que se cruzan,
a ser lo que fueron, no vuelven más
te miro en pasado, te miro en presente
y, en el jardín de tus tiempos,
sigo encontrando jazmines en flor.
Los días que otrora dejamos marchar
guardaron su esencia.
Nunca cayeron los frutos que en el árbol quedaron
cuando, sin mirar atrás,
echamos llave a la puerta
para que nadie, a esa huerta,
pudiera volver a entrar.
Y ahí estás
como antes
como siempre
por siempre
ahí estás.