No se podría decir con exactitud
si el perro seguía al hombre
o el hombre seguía al perro,
porque, si bien el perro caminaba
tras las pisadas del hombre,
este se detenía cada vez que aquel hacía un cambio
ya en la dirección, ya en la velocidad, de su movimiento.
Hay quien pensaría ante la escena
si el amo arrastraba al perro
tirando de la cuerda
o el perro empujaba al amo
aprovechando el espacio sólido de aire
que mediaba entre ambos.
Perro y hombre son accidentes temporales,
percances que, de cuando en cuando, le ocurren al paisaje.
Eventos que el paisaje absorbe con absoluta naturalidad,
quizás acostumbrado como está,
a ser continuamente modificado.
Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios.